



Shaun Usher hurgó en archivos de medio mundo para elaborar una recopilación diversa e interesante de cartas de amor, desde la antigüedad hasta el presente, que incluye desde consejos a hijos enamorados, peticiones de mano y misivas desesperadas, hasta cartas a amantes, a amores difuntos o nunca enviadas y que ha publicado en su libro Cartas memorables: Amor.
Entre los ‘ejemplos estelares’ de misivas apasionadas está la carta que la escritora francesa Simone de Beauvoir escribió al novelista estadounidense Nelson Algren en 1950, en la que le confesaba: “Soy tuya hasta tal punto, Nelson, y lo que me has dado significa tanto para mí, que nunca podrías arrebatármelo”.
La actriz francesa Juliette Drouet, amante del gran Víctor Hugo durante cincuenta años, le escribió miles de cartas al autor de Los miserables, a menudo más de una al día y en uno de esos escritos le expresó: “Te reconozco en todo lo bello que me rodea: las formas, los colores, los perfumes, los sonidos armoniosos…”.
Un amor inigualable
La escritora y aviadora Anne Morrow Lindbergh escribió a su marido, Charles Lindbergh, pionero de la aviación y quien ganó notoriedad al volar de Nueva York a París en el Espíritu de San Luis. “¡Cuán dulces son las aguas del mundo! Si hemos de morir, las hemos bebido. Si hemos de pecar o separarnos, si hemos de fracasar o vivir lejos uno del otro, habremos probado la felicidad, por lo que hemos de contarnos entre los bienaventurados”.
Contra viento y marea
El célebre pianista y compositor Robert Schumann se enamoró de Clara Wieck, pero su padre Friedrick Wieck se opuso a la unión. Tras una larga batalla judicial, Schumann ganó el derecho a casarse con su amada, a la que escribió innumerables cartas conmovedoras y llenas de amor. “Querida, muchas veces he llorado de felicidad simplemente al pensar que eres mía, y a menudo me pregunto si te merezco”.
Su amuleto en el campo de batalla
Napoleón Bonaparte se las arregló para redactar incontables cartas de amor a su mujer, Josefina de Beauharnais, incluso desde el frente de batalla. “¡Ni una sola carta de mi amada! mi única dicha. ¡Vergüenza debería darte, querido monstruito travieso, indolente, cruel y tiránico! Te burlas de mis amenazas, de mi debilidad por ti”.